lunes, 9 de octubre de 2006

Hasta el último aliento

Jaime Perches Manzano, “el viejito” como le decía mi papá -El Tobi -, “el guardián de las llaves de la congruencia ética”, el de mejor memoria, y que analizaba tranquilamente y cavilando cada situación que en el Partido Comunista Mexicano, PCM, ocurría. El que recordaba cada cara, nombre, situación, lugar, momento, y necesidades de organización.
Su asesinato pega hondo. Muchos quizá se pregunten ¿quién era ese? El subdirector de Recursos Financieros del Gobierno del Distrito Federal, parte de la historia -como tantos hombres y mujeres que han formado este presente- aún oral, y narrada por los testigos de su tiempo de unos a otros.
Soy hija de la última generación, y considero que aún no se ha fabricado la pluma que relate la profunda herida que cava la desaparición de sus constructores. Perches tenía un poder, su conocimiento, su destreza política, que era tal que afirmaba un acontecimiento y sin lugar a dudas resultaba finalmente ser el anacoreta de los acontecimientos, por su capacidad para comprender a México, su sociedad y sus actores políticos.
Resentido como muchos por la concesión en la que los baluartes del PCM se disolvieron en aras del crecimiento y financiamiento del PRD, no fue Perches precisamente el primero en comprender la importancia de la construcción del nuevo partido, pero sí fue una pieza fundamental en la consolidación y trabajo del gobierno del Distrito Federal.
Acompañado siempre por su inseparable secretaria Aurelia, uno pudo verlo en distintos edificios, cargos, empleos. Moderando a veces, equilibrando otras, o “cuchicheando”, como decía.
Incontables ocasiones, en casa de mi familia, veo a Perches discutiendo con mi papá, tramando jugadas de dominó, hablando de las elecciones. Perches, en todas las fiestas de cualquier tipo, Perches, en cualquier situación dolorosa, compartiendo con nosotros y brindándonos su amistad. Perches fue preso, testigo de accidentes, asesinatos, persecusiones, represión, clandestinidad, y todo aquello que le causó a los mexicanos pagar un altísimo precio por inconformarse y manifestarse de izquierda, cuando la izquierda en México era apenas la vanguardia de una transición democrática, que nos duró muy poco, que se ahoga, y de la que él ya no podrá dar testimonio.
Asesinado este 27 de septiembre por una bala que nos parece que no podrá matarlo nunca, duele, como dicen mis hermanas, porque él ya no estará ahí cuando sea necesario, y él era necesario, indispensable, de esos hombres que son y destacan por su humildad y honestidad, sin aspirar a luminarias ni enriquecimiento.
Uno que quizá llamarían oscuro por su inescrutable efigie, por su silencio y prudencia, por su sigilosa actuación a cada paso, por su cautela, por su hermetismo, pero también firme y cabal por su entusiasmo, por dar su vida a sus ideales, hasta el último aliento.

Livia Díaz
Poza Rica, 30 de septiembre de 2006

lunes, 2 de octubre de 2006

De Paco Rosas

Bien por la propuesta. Vamos a formar este gran rompecabezas que es la historia de nosotros, que hicimos nuestro aporte a la libertad, a la historia, y recordar a nuestros formadores, maestros y grandes camaradas. Que sirva de catalizador la irreparable y absurda muerte de Jaime, para reencontrarnos y evitar que se nos borre en el recuento de la lucha de nuestro pueblo el aporte de camaradas como Eduardo Montes, Jorge Díaz, Mario H. Hernández y tantos y tantas más que se la jugaron.. Y como dice aquel poema de Brecht:

Epitafio a Gorki

aquí yace
embajador de los bajos fondos,
el que describió a los verdugos del pueblo
así como a los que lucharon contra ellos
el que se educó en la universidad de la vida,
el de humilde extracción
que ayudó a derrocar el sistema de ricos y pobres,
el maestro del pueblo
que del pueblo aprendió.

Camarada Jaime Perches, ¡presente!, ahora y siempre.

Paco Rosas
Ernesto
Camilo
Teresa Romero

04455 5106 5095