jueves, 19 de noviembre de 2009

De federalistas y liberales en el siglo XXI

Con ganas de discutir, agrego dos párrafos iluminadores.

Luis Rubio el domingo 15 de noviembre en Reforma: "
El país ha observado una descentralización del poder pero no una federalización del mismo. La diferencia es absoluta. Descentralización implica la transferencia de poder y recursos del centro hacia otras instancias (igual gobernadores que partidos políticos), pero sin que cambie la responsabilidad. Federalismo implica transferencia de poder y recursos hacia otros actores, pero con mecanismos de contrapeso de tal suerte que los gobernadores u otros actores se vean obligados a responder tanto por el poder adicional como por el uso de los recursos. (...) El federalismo, entendido como la transferencia simultánea de poder y responsabilidad, entrañaría una redefinición de la política nacional. (...) La federalización implica que los gobernadores tienen que responder por su gasto y acciones no ante un ente etéreo como el Congreso federal, sino ante su propio electorado. Los recursos dejarían de ser federales para convertirse en estatales (o municipales), y comenzarían a depender de la comunidad local para su ejercicio".

Leo Zuckermann el jueves 19 de noviembre en Excélsior: "
El Presidente acertó al liquidar Luz y Fuerza. Calderón le dio un golpe mortal a uno de los grupos rentistas más conspicuos del país: el Sindicato Mexicano de Electricistas. Las prestaciones del sindicato tenían en quiebra a la empresa pública que les costaba 42 mil millones de pesos de subsidio a los contribuyentes de todo México. Lo increíble es cómo este ahorro fue rápidamente capturado por otro grupo rentista del Estado: los productores agropecuarios, quienes lograron, en el Presupuesto 2010, un aumento en los subsidios que reciben de 30 mil millones de pesos. Un ejemplo más de que son grupos minoritarios organizados, con capacidad de movilización y amplia presencia en el Congreso los que capturarán rentas del Estado, que la mayoría paga porque no está organizada, no se moviliza ni tiene representación real en los órganos legislativos".

martes, 3 de noviembre de 2009

El futuro no protesta...

Escribe Federico Reyes Heroles hoy en Reforma un muy buen texto sobre la gran oportunidad que otra vez se dejó escapar durante la reciente discusión sobre impuestos y presupuestos, la primera confirmación (si fuera necesaria) de la mediocridad de ésta Legislatura que tampoco será útil para rehacer el modelo de crecimiento del país, y desde luego la enésima noticia de que la izquierda institucional es políticamente inexistente e ideológicamente estéril.

El articulista define con claridad el problema de fondo, el problema real que queda sin solución: cómo recaudar más y cómo gastar mejor. Pero "podríamos gastar mejor, de manera impecable, y aun así el Estado sería pobre. Podríamos recaudar más pero, si gastamos mal, los dineros nunca alcanzarán". Repite que, "mientras no arreglemos de fondo el acuerdo fiscal y político, seguiremos en lo mismo: un país pobre, un Estado débil, una economía mediocre".

Y hace otra de esas propuestas que me parecen perfectas por sencillas y directas, a la que me sumo, la propuesta de Carlos Abedrop (dice que es el autor de la frase "El futuro no protesta"): ¿por qué no pensar en una comisión bicameral, que se instale el 1 de enero y que, con tiempo y buena asesoría técnica, elabore un sólido acuerdo nacional que dé cabida a los intereses de la Federación, de los gobernadores, de los ayuntamientos, de los empresarios, de los causantes cautivos, pero sobre todo de los pobres del país? "Un acuerdo multianual que nos permita poco a poco disminuir la dependencia del petróleo".

Ahí es donde nuestra izquierda debería aparecer como lo que era y con la cooptación institucional dejó de ser: una alternativa para entender y transformar la realidad en función de los trabajadores, una referencia de poder político alternativo. Sé que no es posible esperarlo de la izquierda institucional, ocupada sólo en las próximas elecciones y el consecuente reparto de puestos públicos. Así es que nos toca a quienes permanecemos afuera.


Por cierto, mi opinión es que la principal pérdida -la única idea buena de la propuesta fiscal de Calderón y Carstens, limitadísima pero en el rumbo correcto- es el impuesto de 2% al consumo general, que se dedicaría a programas contra la pobreza extrema. Por esos dos argumentos, que significativamente nuestra izquierda institucional ignora, vencida por la inercia política y la pereza intelectual: primero, la salida es gravar el consumo y no la producción, y por supuesto hacer que todos paguen; segundo, nunca antes se había propuesto etiquetar un impuesto, darle sentido, atarlo a un gasto social específico.

La construcción de una política fiscal realmente alternativa, que promueva el crecimiento económico como condición del bienestar de los trabajadores, progresiva y generalizada (sin subsidios, ni para los grandísimos empresarios y sus contadores, ni para la gran mayoría de asalariados que dejan la carga principal en las clases medias) es una de las grandes obligaciones pendientes para la izquierda en México.

Como tantos otros problemas en México, al problema de la dependencia fiscal del petróleo se le dejó crecer hasta que, ahora, nos estalla en la cara. Aunque asombrosamente esto todavía no se acepta: igual que cuando se pensaba que bastaba con ignorar al narcotráfico, que era un asunto de narcotraficantes y policías. Ahora mismo se sigue diciendo que es "la guerra de Calderón"...

El petróleo y los impuestos. Generaciones enteras educadas en el subsidio no van a entender así como así que si no hay petróleo hay que dar más para el gasto público. Y que dar más nos da derecho -y nos obliga- a vigilar de cerca el gasto público, a denunciar los privilegios ajenos y renunciar a los propios. La izquierda (¡no sólo la izquierda institucional, que no es la única!) debe tomar su puesto en esta nueva batalla de educación política.