martes, 3 de noviembre de 2009

El futuro no protesta...

Escribe Federico Reyes Heroles hoy en Reforma un muy buen texto sobre la gran oportunidad que otra vez se dejó escapar durante la reciente discusión sobre impuestos y presupuestos, la primera confirmación (si fuera necesaria) de la mediocridad de ésta Legislatura que tampoco será útil para rehacer el modelo de crecimiento del país, y desde luego la enésima noticia de que la izquierda institucional es políticamente inexistente e ideológicamente estéril.

El articulista define con claridad el problema de fondo, el problema real que queda sin solución: cómo recaudar más y cómo gastar mejor. Pero "podríamos gastar mejor, de manera impecable, y aun así el Estado sería pobre. Podríamos recaudar más pero, si gastamos mal, los dineros nunca alcanzarán". Repite que, "mientras no arreglemos de fondo el acuerdo fiscal y político, seguiremos en lo mismo: un país pobre, un Estado débil, una economía mediocre".

Y hace otra de esas propuestas que me parecen perfectas por sencillas y directas, a la que me sumo, la propuesta de Carlos Abedrop (dice que es el autor de la frase "El futuro no protesta"): ¿por qué no pensar en una comisión bicameral, que se instale el 1 de enero y que, con tiempo y buena asesoría técnica, elabore un sólido acuerdo nacional que dé cabida a los intereses de la Federación, de los gobernadores, de los ayuntamientos, de los empresarios, de los causantes cautivos, pero sobre todo de los pobres del país? "Un acuerdo multianual que nos permita poco a poco disminuir la dependencia del petróleo".

Ahí es donde nuestra izquierda debería aparecer como lo que era y con la cooptación institucional dejó de ser: una alternativa para entender y transformar la realidad en función de los trabajadores, una referencia de poder político alternativo. Sé que no es posible esperarlo de la izquierda institucional, ocupada sólo en las próximas elecciones y el consecuente reparto de puestos públicos. Así es que nos toca a quienes permanecemos afuera.


Por cierto, mi opinión es que la principal pérdida -la única idea buena de la propuesta fiscal de Calderón y Carstens, limitadísima pero en el rumbo correcto- es el impuesto de 2% al consumo general, que se dedicaría a programas contra la pobreza extrema. Por esos dos argumentos, que significativamente nuestra izquierda institucional ignora, vencida por la inercia política y la pereza intelectual: primero, la salida es gravar el consumo y no la producción, y por supuesto hacer que todos paguen; segundo, nunca antes se había propuesto etiquetar un impuesto, darle sentido, atarlo a un gasto social específico.

La construcción de una política fiscal realmente alternativa, que promueva el crecimiento económico como condición del bienestar de los trabajadores, progresiva y generalizada (sin subsidios, ni para los grandísimos empresarios y sus contadores, ni para la gran mayoría de asalariados que dejan la carga principal en las clases medias) es una de las grandes obligaciones pendientes para la izquierda en México.

Como tantos otros problemas en México, al problema de la dependencia fiscal del petróleo se le dejó crecer hasta que, ahora, nos estalla en la cara. Aunque asombrosamente esto todavía no se acepta: igual que cuando se pensaba que bastaba con ignorar al narcotráfico, que era un asunto de narcotraficantes y policías. Ahora mismo se sigue diciendo que es "la guerra de Calderón"...

El petróleo y los impuestos. Generaciones enteras educadas en el subsidio no van a entender así como así que si no hay petróleo hay que dar más para el gasto público. Y que dar más nos da derecho -y nos obliga- a vigilar de cerca el gasto público, a denunciar los privilegios ajenos y renunciar a los propios. La izquierda (¡no sólo la izquierda institucional, que no es la única!) debe tomar su puesto en esta nueva batalla de educación política.

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