lunes, 12 de octubre de 2009

Corporaciones con piel de izquierda

Me molesta. Me preocupa, me asombra: ¿defender desde la izquierda lo indefendible, dinero público tirado a la basura y un sindicato privilegiado que secuestró el discurso como seguro de vida?, ¿cómo se inició esta inercia de sustituir los argumentos por las consignas, cuándo se jodió la izquierda y su costumbre -su responsabilidad- de pensar para revelar, de criticar para entender, de imaginar para proponer?

Luz y Fuerza nació quebrada, y así se conservó año tras año hasta acumular un déficit anual de cuarenta mil millones de pesos, que se pagaba a fondo perdido con dinero público. Nadie la tocaba porque "es un mal momento", una extorsión permanente de la que se beneficiaban la empresa y su sindicato, y los políticos que lograban una buena negociación con el sindicato. Por ejemplo, Carlos Salinas, ¿de veras no recuerdan que hace apenas dos sexenios que el sindicato resultó ser "de izquierda"?

Cuarenta mil millones de pesos. Más dinero que el destinado por el gobierno federal a sus programas contra la pobreza extrema, casi el doble que el (mal) gastado por la Universidad Nacional... Ineficiencia y corrupción de los empleados de Luz y Fuerza, que todos conocemos; privilegios que se prolongan hasta la liquidación: ¡dos años y medio de salario!, ¡y se jubilaban con el 140% de su último salario, y sus jubilaciones crecían igual que los aumentos a empleados activos! Con aberraciones como un gasto millonario sólo para pagarles en efectivo, porque a sus majestades no se les daba la gana cobrar con tarjetas bancarias. Con dinero público, lo importante es no olvidar que hablamos de dinero público, muchísimo dinero público.

Esa debe ser la discusión. Cómo gastar mejor el dinero público. Cómo reconocer para remover los grandes obstáculos corporativos para el desarrollo político y económico del país. Cómo situarse, desde posiciones reales de izquierda, con ideas nuevas y argumentos fuertes, frente a un gobierno que desde luego no es de izquierda y por supuesto prefiere proteger los intereses de las grandes empresas.

Es absurdo decir que debió haberse atacado primero al corporativismo de maestros y petroleros o, peor, que debió haberse atacado a ese corporativismo y no al de los electricistas. Flaco favor hace la izquierda a la necesaria extinción de estos obstáculos estructurales razonando así: la pelea es contra todos los corporativismos, primero lo más sencillo, y el sindicato de electricistas cometió el gran error de unas elecciones evidentemente fraudulentas que lo dejó absolutamente vulnerable. ¿Qué hace la izquierda para propiciar la derrota del corporativismo de los maestros?, ¿defender las movilizaciones de quienes se niegan al examen de méritos y se resisten a dejar de vender sus plazas?; ¿qué hace la izquierda para propiciar la derrota del corporativismo de los petroleros?, ¿cerrar el acceso a las inversiones (públicas y privadas, nacionales y extranjeras) necesarias para reanimar la exploración y la petroquímica?

Liquidar a Luz y Fuerza, y a su sindicato, es apenas la segunda gran decisión del presidente Felipe Calderón, ¡tres años después!, pero todavía puede abrir un ancho camino para las grandes correcciones estructurales. Y ahí debe estar la izquierda, no a la cola vociferando consignas estúpidas, sino al frente marcando el rumbo.

Agrego el martes 13 lo que publica Ricardo Pascoe en Excélsior: "La izquierda, teóricamente, ha estado a favor del desarrollo de las fuerzas productivas, y no de su freno. Defender a una empresa en franca decadencia es contrario a la necesidad económica de contar con energía barata, eficiente y accesible. La modernización del aparato productivo, y su competitividad, debieran ser ejes centrales en la preocupación de la izquierda, y no la simple defensa reactiva de factores económicos en plena decadencia. Defender la existencia de LFC en sus condiciones actuales es, en este momento, reaccionario y contrario a la necesidad del país para salir de la crisis económica. Ante el desafío que le pone el gobierno, la izquierda debiera mirar hacia el futuro y no hacia el pasado".

Agrego el jueves 15 el recuerdo, ahora tan pertinente, que hace José Woldenberg en Reforma de la Tendencia Democrática de Rafael Galván, el último gran movimiento sindicalista de izquierda antes de la legalización del Partido Comunista: "La primera vez que escuché la necesidad de integrar la industria eléctrica nacionalizada y de construir un gran sindicato nacional del ramo fue durante las jornadas de lucha de la Tendencia Democrática encabezada por don Rafael Galván en los primeros años setenta. Cuando fueron despojados de la titularidad de su contrato colectivo (STERM) en 1971 y cuando con posterioridad fueron expulsados del SUTERM en 1975, aquellos electricistas hicieron hincapié en la necesaria integración de la industria y en la conveniencia de dar pasos hacia una organización democrática e independiente. Deseaban una industria eléctrica fuerte, saneada, impulsora del desarrollo. Y un sindicato que fuera un instrumento de auténtica defensa de los intereses laborales de los trabajadores capaz de contribuir a esas tareas. (...) Por cierto, en aquellas jornadas hubo momentos en los que el SME apoyó a los electricistas encabezados por Galván, pero luego dio pasos atrás y se quedó viendo los toros desde la barrera".

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