lunes, 20 de julio de 2009

¿Qué hacer?

Recibo un "borrador para discusión", el sueño de revivir al viejo Partido Comunista. Todo va bien hasta que leo, como criterio de autoridad, una cita del coma-andante Fidel Castro. Y luego, la misma imbécil obsesión por llamar "espurio" a alguien de quien supersticiosamente no se atreven a mencionar por su nombre: presidente Felipe Calderón.

Se me antoja la discusión. Quiero revisar mi renuncia al PSUM, escrita en 1987. Y como está tan cerca el décimo primer aniversario, es una buena idea retomar el blog abierto por la muerte de Perches, aunque él y Tobi se disgustarían muchísimo con lo que digo. Creo.

De la resaca por las votaciones del domingo 5, el lunes 6 en la noche resultó la renuncia del presidente nacional del PAN, Germán Martínez, luego de una larga reunión matutina con Calderón. Pienso ahora que es un error, porque alentará a López Obrador a reclamar la renuncia de Ortega, cuando hay todavía una mínima esperanza de sensatez en el PRD para impedir la restauración del PRI. Y para intentar la construcción de una alternativa real y efectiva de izquierda nueva desde el sistema de partidos; el mismo lunes 6 temprano Ebrard también pareció alinearse contra Ortega, lo que sería otra pésima noticia: seguirá el patético teatro de títeres en Iztapalapa, conservarán vivo al monstruo otros tres años...

Desde luego, no me gustan los resultados publicados de las votaciones. Me irrita leer cómo el PRI sigue vivo y fuerte. No entiendo la incapacidad del PAN de mantenerse en el poder. Vienen duros días de populismo, desde la próxima negociación del presupuesto federal.

Pero más me molestan los datos de la abstención y los votos anulados: no parecen suficientes para presionar por un cambio político, parecen una base demasiado débil para iniciar una estrategia de crecimiento, para transferir el poder democrático a los ciudadanos. Es que no hay bastantes ciudadanos, es que la ciudadanía como construcción política en México es prácticamente inexistente, y sus fuentes y medios no terminan de manifestarse.

¿Y cómo no preocuparse, indignarse, entristecerse con la patética situación de la izquierda institucional, drenada hasta su agotamiento por la peor cultura nacionalista, populista, autoritaria que ahora representan López Obrador y su fauna de acompañamiento? ¿Cómo apoyar a Jesús Ortega y su corte de cobardes, incapaces de nombrar siquiera al responsable de ésta crisis, dejando pasar el tiempo -¡tres años ya!- sin deshacerse de ese lastre? ¿Por qué llorar la desaparición sin pena ni gloria de lo que podría haber crecido como un partido de izquierda nueva y se quedó en un catálogo de ocurrencias de clase media urbana?

Vienen días difíciles, estimulantes. Habrá que estar atento a las tenues luces de quienes también se han hartado de esperar una solución mágica. Toca pensar, discutir, imaginar, proponer, salir.

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